En su estado larval, el gusano es microscópico al nacer, luego crece hasta convertirse en un gusano grande (y puede llegar a medir entre 10 y 15 cm) dentro de su huésped después de una ingestión accidental, ya que sus huevos son depositados en el borde del agua de los ríos donde los grillos frecuentemente residen.
Tras la ingestión, el gusano se alimenta de su huésped y llena la cavidad del grillo hasta la maduración, cuando el gusano parásito está listo para salir al agua y completar su ciclo de vida, maximizando su éxito reproductivo. El gusano induce un comportamiento peculiar en su huésped, lo que hace se introduzca al agua, el gusano parásito puede deslizarse y encontrar su compañero, mientras que el grillo a menudo perece.
En caso de que un depredador se aproveche del grillo, como un pez o una rana, el gusano tiene la capacidad no solo de escapar del cuerpo del huésped sino también del sistema de digestión del depredador. El gusano emerge ileso del depredador y sigue su vida normalmente.
https://www.bbc.com/mundo/vert-earth-39334023
Toxoplasma gondii, roedores y felinos.
Quizás uno de los ejemplos paradigmáticos de MCHP (manipulación de la conducta del hospedador por el parásito) sea el del protisto Toxoplasma gondii, que en humanos causa la toxoplasmosis. T. gondii tiene como hospedadores definitivos a los felinos (clase Mammalia, orden Carnivora, familia Felidae). No obstante, antes de reproducirse en ellos, pasa por algún tipo de mamífero roedor (clase Mammalia, orden Rodentia), que constituyen unos de sus posibles hospedadores intermediarios. Los roedores se infectan con T. gondii al ingerir heces de felino contaminadas con este protisto. Una vez dentro de los roedores, T. gondii forma ooquistes en las células de todo su cuerpo, pero especialmente en las neuronas y glía del cerebro (Sapolski, 2003; Adamo, 2012). En particular, parece ser que los ooquistes se dan en mayor concentración en la zona de la amígdala y otras regiones del telencéfalo (Vyas et al., 2007a; Berenreiterová et al., 2011).
Dado que este parásito requiere que el roedor (p. e., una rata, Rattus norvegicus) sea ingerido por una especie de felino (p. e., un gato, Felis silvestris catus) para completar su ciclo biológico, es capaz de manipular el cerebro del roedor forma tal que este pierde su aversión a los estímulos que se asocian con la presencia de los felinos (Cordero del Campillo et al., 2001; Adamo, 2013). Por ejemplo, se ha comprobado experimentalmente cómo ratas infectadas por Toxoplasma pierden el miedo a la orina de gato, que pasan a percibir como reforzante o atractiva (Vyas et al., 2007a; Ingram et al., 2013; Arrizabalaga & Bill, 2015). Sin embargo, esta reacción no se da ante la orina de otros mamíferos (Vyas et al., 2007a). Es decir, la manipulación es altamente específica: solo vale para la orina de los felinos.
En última instancia, esta atracción provoca que las probabilidades de propagación de T. gondii a su hospedador definitivo (los felinos) aumenten. Además de presentar respuestas específicas a los felinos, en las pruebas experimentales los roedores infectados por T. gondii muestran una serie de conductas generales que aumentan la probabilidad de ser ingeridos por cualquier depredador (y no solo por los hospedadores definitivos de T. gondii). Algunas de ellas son: menor ansiedad (en la mayoría de los casos; véase Vyas et al., 2007a), una mayor tasa de acicalamiento y aseo en zonas expuestas, y una menor neofobia o miedo a los objetos o lugares novedosos (Adamo, 2012). La conjunción de las respuestas específicas y las inespecíficas aumenta más, si cabe, las posibilidades de ser ingerido por un felino.
El ratón con toxoplasmosis pierde el miedo al gato y los humanos perdemos el miedo en situaciones de riesgo evidente para nuestra integridad física y también financiera. Es probable que con toxoplasmosis tomemos decisiones en contra de nuestros intereses.
La toxoplasmosis podría ser la razón de que algunas personas tengan dificultades en la interacción con otras y tiendan a mostrarse vulnerables y manipulables. Tal vez otras parasitosis también influyan en este sentido.
Puede estar en cualquier célula excepto eritrocitos (glóbulos rojos). Por ejemplo en cerebro y en músculo cardíaco (imágenes).
Myrmeconema neotropicum, hormigas y aves.
Las hormigas de la especie Cephalotes atratus (clase Insecta, orden Hymenoptera, familia Formicidae), típicas de Centroamérica y Sudamérica, son hospedadoras intermediarias de la especie de nematodos
Myrmeconema neotropicum (clase Adenophorea, orden Mermithida, familia Tetradonematidae). El ciclo
biológico de este parásito está constituido por las mentadas hormigas, así como por varias especies de aves, que ejercen de hospedadores definitivos.
El ciclo biológico de M. neotropicum comienza con la recolección de heces de aves infectadas con el parásito por parte de las hormigas. Las hormigas emplean estas heces infectadas para alimentar a sus larvas.
De este modo, M. neotropicum consigue pasar al interior de las hormigas. Una vez ahí, estos nematodos parásitos modifican el color del abdomen de las hormigas, que pasa de ser negro a rojo (Yanoviak et al.,2008), y las inducen a desplazarse hacia zonas elevadas de los árboles de la especie Hieronyma
alchorneoides (véase las Imágenes 1 y 2). Cuando llegan a zonas suficientemente altas, el parásito provoca que las hormigas se sitúen con el abdomen orientado hacia arriba junto a las bayas rojizas del árbol en cuestión. Esto hace más fácil que las aves localicen e ingieran a las hormigas, al confundirlas con bayas. De esa forma, los nematodos pueden completar su ciclo biológico.
Leucochloridium sp., caracoles y aves.
Uno de los casos más extravagantes de MCHP, que viene acompañado, como en el caso anterior, de
modificaciones en la apariencia del hospedador, es el de los trematodos del género Leucochloridium (clase
Trematoda, orden Strigeata, familia Leucochloridiidae) y los caracoles del género Succinea (clase
Gastropoda, orden Pulmonata, familia Succineidae) (Moore, 2002).
A diferencia de otros trematodos, los del género Leucochloridium solo tienen un único hospedador intermediario, Succinea. Estos caracoles se infectan al comer hojas contaminadas con huevos de trematodo.
Una vez en su organismo, los esporocistos de los trematodos dan lugar directamente a cercarias, que permanecen en el interior de los esporocistos. Ahí desarrollan unas extensiones ramificadas, a partir de las cuales pueden afectar a los tentáculos hospedador. En efecto, Leucochloridium causa que estos cambien de forma, tamaño y color (véase la Imagen 3). Además, induce en los caracoles movimientos espasmódicos en respuesta a la luz (cuando estos gasterópodos son normalmente fotofóbicos). Todo ello llama la atención de diversas especies de aves, hospedadoras definitivas del trematodo, lo que en definitiva aumenta las probabilidades de que los caracoles sean ingeridos por estas y por tanto que Leucochloridium complete su ciclo biológico (Moore, 2002).
Glyptapanteles, orugas y depredadores.
Muchos casos extremos de MCHP son producidos por insectos parasitoides. El parasitoidismo es un tipo de relación interespecífica en la que, a diferencia del parasitismo estricto, prima la depredación hacia el hospedador (Godfray, 1994). Es decir, el parasitoide, además de infectar al hospedador y vivir en su interior, se alimenta de él total o parcialmente. Así, el fenómeno biológico del parasitoidismo se sitúa a medio camino entre la depredación y el parasitismo.
Normalmente, el organismo parasitoide suele ser una larva de insecto y el hospedador, otro artrópodo (Godfray, 1994). La primera se alimenta xclusivamente del segundo, llegando en la mayoría de casos a matarlo. Sin embargo, en algunas ocasiones no lo hace. Las larvas de las avispas parasitoides del género Glyptapanteles se desarrollan en el interior de las orugas de la especie Thyrinteina leucocerae. Una vez Glyptapantales sale del cuerpo de la oruga, induce a esta a que ejerza de guarda de la larva, que pronto deviene en pupa. La oruga custodia la pupa y la protege de posibles depredadores. Se ha comprobado en experimentos de campo que la probabilidad de morir de las pupas parasitoides se reduce a la mitad cuando son custodiadas por las orugas (Grosman et al., 2008). Esta custodia es contraproducente para las orugas, que dejan de madurar y mueren pasado un tiempo.
Las evidencias de campo, así como el hecho de que las orugas que no han sido 'parasitoidadas' no muestran la conducta de custodia y protección de las larvas de avispa, sugieren que estos comportamientos son el resultado de una manipulación del parasitoide (Grosman et al., 2008). Lo fascinante es que, en esta ocasión, el efecto perdura después de que el organismo parasitoide haya abandonado el hospedador.
El mecanismo de manipulación inducido por Glyptapanteles es todavía desconocido. Sin embargo, ya se empieza a conocer cómo muchos parásitos y parasitoides manipulan el comportamiento de su hospedador.
Existen mecanismos de manipulación a nivel neuroinmunológico, a nivel neurofarmacológico y a nivel neuroendocrino.
FELIPE BORALLO
https://canamo.net/.../el-toxoplasma-y-los-adictos-los-gatos
Casi todo el mundo está familiarizado con los gatos, y sabemos que los antiguos egipcios los consideraban sagrados guardianes de los templos. Resulta difícil de explicar esta antigua relación entre los humanos y los gatos teniendo en cuenta que son muy independientes, tanto que hay quienes suponen que no están domesticados del todo, aunque estén bajo nuestro techo. Son además la otra especie, junto con la humana, que mata por placer, no siempre por necesidad. Y entre los humanos y los gatos está el toxoplasma, un microbio maquiavélico que ha colonizado a un gran número de animales, manipulando su mente, robándoles su ADN y utilizándolo para sus propios fines.
Un matrimonio yanqui consiguió el récord Guinness certificado al tener 648 gatos. Cuando en 1980 un periódico organizó un concurso para ver quién tenía más gatos, esta misma pareja ganó cuando “solo” tenían 145. A raíz del premio la gente comenzó a llevarles, y a enviarles, más gatos. Los gastos subieron hasta los 111.000 dólares al año. Cada día dedicaban quince horas para alimentar y cuidar a los felinos, y tuvieron que negociar una segunda hipoteca sobre su casa. La mujer no podía ocultar la tortura que le suponía vivir esclavizada por los gatos. Les gustaban tanto los gatos que parecían adictos a ellos, porque sentir al mismo tiempo mucho placer y mucha ansiedad por algo es una definición de adicción. Muchos coleccionistas de gatos niegan que su situación esté fuera de control, otra señal clásica de adicción.
Los estudios científicos indican que los acaparadores de gatos se aferran a sus manadas gatunas porque están enganchados a un parásito llamado Toxoplasma gondii, un protozoo unicelular parecido a las amebas.